Él me abrazó con fuerza y me preguntó si me pasaba algo, intenté decirle que no pero era obvio que estaba diciéndole mentiras. Llevaba todo el día escondiéndome detrás de Netflix, evitando abrir el documento de Word. Él me preguntó de nuevo y yo escondí la cabeza dentro de la almohada. Se rió y me acarició el pelo.
“¿Qué pasó con la novela?”, preguntó.
Sin sacar la cara de la almohada, comencé a explicarle un poco.
Es bonito tener quién te acompañé en la escritura, que se siente tu lado en la cama y te pregunté si estás aburrida con la historia, o si estás escribiendo lo que soñabas con escribir. Que aprenda cuándo es seguro preguntar cómo vas y cuándo es mejor hablar de otras cosas. Que tenga la paciencia para entender que la mayor parte de tus problemas no son del todo reales. Es bonito tener a alguien que sonría cuando empiezas a saltar de la emoción por todo el cuarto porque tus dos personajes están a punto de darse un beso.
Es bonito tenerte a mi lado.