Londres es un resumen del mundo, eso me dijo alguien al oído. Yo creo que es verdad, en estos dos días han pasado por mi lado miles de posibles protagonistas de una novela.
Anoche, mientras caminábamos junto al Támesis mirando la abadía de Westminster y el Big Ben, pensé en lo extraño que era escribir una novela sobre una ciudad que tienes tan lejos. Escribir sobre Colombia, luego de ocho meses de imágenes de Inglaterra, parece imposible a primera vista. Pero fue aquí donde entendí que es igual de mágico caiga el sol a las 10 de la noche a que allá tengamos primavera el año completo. Eso como si ver los buses de Londres me ayudara a ver con más detalle los de Medellín, o ver las adolescentes británicas salir a rumbear un viernes por la noche me trajera las verdaderas imágenes de lo que es caminar por el Parque Lleras con tacones y pelo liso.
Hoy me senté a escribir durante varias horas en la biblioteca Británica y comencé a entender que ahora podía ver más claramente a mi ciudad porque tenía con qué contrastarla. ¿Será ese el sentido de viajar? ¿Entender que la mente mira más cerca las cosas cuando está más lejos de ellas?